20 de abril de 2012

IL SORRISO DEL CAPO (MARCO BECHIS, ITALIA, 2011)

BAFICI 2012
Creer, obedecer, luchar

Partiendo y nutriéndose de un vasto archivo de imágenes de propaganda del régimen dictatorial de Benito Mussolini, Marco Bechis nos ofrece una mirada retrospectiva de la Italia fascista de aquel período (que va de 1924 a 1945), centrando su visión -y la nuestra- en los elementos constitutivos de la política de la imagen. Es entonces que nos encontramos ante este material inédito, con el que logramos revivir el siniestro artificio visual que sostenía aquel gran mecanismo de poder y dominación; el entramado subterraneo que corría por debajo de una sociedad que consensuaba sin saber, que aplaudía mientras por detrás, las piezas se movilizaban medidamente en pos de la falsa construcción de un ideal: de líder, de nación y de mundo, de hombre y de uniformidad (de hombre uniforme).

Mussolini en un gesto. Una mirada que no mira. Un rostro inmutable. De aquí parte la tesis de Il sorriso del capo.

Y es aquí donde Il sorriso del capo  tiene una irónica reminiscencia del cine de Leni Riefenstahl (aquella famosa cineasta alemana, conocida por sus perfectas producciones de tipo propagandísticas de la alemania nazi), con perdón de la falsa analogía y entendiendo que este bombardeo de imagenes físicas (bebés, niños, mujeres y hombres trabajando y practicando deportes, colegios, fábricas, monumentos, multitudes) funciona como mecanismo de reflexión. El objetivo es claro: actuar en clave contraria a la recepción de aquel tiempo. La última película de Marco Bechis trabaja y se erige como mirada crítica del pasado, interpelando y desde allí, buscando entender algo del presente. Lo que se nos da en imágenes es nada más y nada menos que lo que fue, y lo que fue es lo que, de alguna u otra manera, sigue siendo, aunque lo que vemos no es lo que es, porque está en nosotros deconstruir constantentemente la realidad que nos muestran. Es esto lo que hace Bechis con el material del Instituto Luce (La Unión Cinematográfica Educativa, que a su vez significa luz en italiano, y que fue la institución de difusión cinematográfica que se elevó como principal instrumento de propaganda del régimen fascista), de donde extrajo todo el material de su película, trabajando pura y exclusivamente con imágenes y sonidos de aquella época, con un único agregado estructural: la intermitente voz en off que acompaña la historia por medio de sus intervenciones anecdóticas, que van hilvanándose con el relato visual; voz en off que termina de definir las intenciones personales del realizador en su vínculo con lo que se está contando, y que pertenece -como se nos revela al final del filme, con un único plano, a color, actual, y de unos pocos segundos de duración- al mismísimo padre de Bechis. Resiginificación elocuente, a la que no hay mucho que agregar. 
Podemos hablar de Il sorriso del capo  como ejercicio de revisión, en donde la intención de repensar y resignificar se vuelve trascendental. Algunos de los diversos aspectos y matices de la política actual, se nos plantean indirectamente -tomando como referencia metafórica la imagen gestual y el carisma de Mussolini-, como si fueran ecos del pasado, que resuenan y que continúan sonando. Pensando en la política italiana, podemos claramente mencionarlo a Berlusconi, pero también podemos llevar el tema a la universalidad de la política actual y a su tratamiento, a sus prácticas, a sus discursos, a sus cuidados spots publicitarios y a su imagen en general (). En cuanto a la internacionalidad del tema, no es un dato menor el hecho de que Marco Bechis (seguramente recordado por su filme Garage Olimpo, sobre el homónimo centro de detención clandestino durante la última dictadura militar en Argentina) haya nacido en Chile, vivido en Argentina hasta su exilio en 1977, y luego en Brasil y en varios países de Europa -Italia, entre ellos-.

Cámaras y más cámaras. Imágenes y más imágenes. El aparato mediático de control.
Y esta presente actualidad del tema de la que venimos hablando es la que nos lleva a preguntarnos por la otra actualidad, la nuestra, la de todos los días; nuestra realidad social. Se abre la pregunta de cómo nos encontramos hoy como sociedad. Si es que cambiamos, si es que vamos a cambiar. Si es que realmente, dejamos de creer, de obedecer y de luchar -por lo que nos dicen, claro está-. La mirada de Bechis parece optimista, o al menos eso transmite la voz diegética de su padre en el final, cuando lo reconocemos por primera vez en el film, cuando lo vemos hablar con naturalidad, sin que nada en él sea premeditado. Ningún discurso. Ningún gesto. Ninguna sonrisa (nessun sorriso). Nada.


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