5 de junio de 2012

ELEFANTE BLANCO (PABLO TRAPERO, ARGENTINA, 2012)

LO DICHO Y LO NO DICHO
Forma y contenido

Hay pocos directores de cine argentinos actuales que se pueden dar el lujo de hacer lo que quieren. Es decir, que cuenten con tal renombre y tal posicionamiento en el ambiente como para no contar con restricciones de ningún tipo al momento de realizar sus películas. Uno de ellos es Juan José Campanella. Y, en estos últimos tiempos, el otro es, claramente, Pablo Trapero. No sólo dirige, sino también co-escribe (junto con sus amigotes de sus films previos, la gente de La Unión de los Ríos, entre ellos Santiago Mitre y Alejandro Fadel, responsables de El estudiante y Los salvajes, respectivamente) y produce (la productora Matanza Cine fue fundada por él y por su esposa, Martina Gusman, con El Bonaerense, en el año 2002) todos sus films. Desde Leonera, Trapero se ha ido introduciendo lentamente en un mundo muy particular: en ese caso, las cárceles femeninas, en Carancho el mundillo de los fraudes de seguros y las guardias nocturnas de los hospitales públicos, y, en Elefante blanco, las villas. Mundos sórdidos, repletos de violencia, de sangre, de injusticia- una marca ya registrada en el cine de Trapero. Si hay algo que no se le puede negar a este director es que ha sabido hacerse un lugar en el mercado y en el público (nacional e internacional), creando un cine cuidado y de excelencia técnica que encuentra en Elefante blanco un claro exponente.

Nicolás es el vehículo mediante el cual nosotros, los espectadores, conocemos el escenario de la acción.
Ricardo Darín y Jérémie Renier interpretan a dos curas de villas muy distintos entre sí: el primero, Julián, es un hombre grande que gran parte de su vida ha estado abocado a la labor comunitaria en las villas; el segundo, Nicolás, es un cura belga, más joven, pasional e inseguro. Nicolás es buscado por Julián para ayudarlo con su actual proyecto: convertir a un enorme edificio que se encuentra inconcluso y abandonado hace 80 años (el "elefante blanco" del título, ubicado en la villa Ciudad Oculta y empezado a construir en 1937 con el objetivo de ser el hospital más grande de Latinoamérica) en un complejo de viviendas para una gran cantidad de habitantes de la villa. Y entre ambos, se encuentra Luciana (Martina Gusman), una ayudante social que sirve de intermediario entre aquel triángulo que conforman el obispado, la empresa constructora y los habitantes de la villa. También es partícipe de otro triángulo (uno en un principio subyacente y luego innecesariamente evidenciado): el que tiene a Julián, a Nicolás y a ella misma como vértices. Julián y Luciana son cercanos a esa villa en particular, hace años han estado inmersos en ella, la conocen y son conocidos, mientras que Nicolás es un extraño, un cura tercermundista que (luego de casi morir en un ataque al pequeño pueblo en el medio de la selva en el que él se encontraba) ve a aquella villa con ojos de extranjero (que de hecho, lo es) y representa, en ese sentido, al mismísimo espectador. Él es utilizado como vehículo del conocimiento aprehendido y por aprehender: junto con él (por medio de él) se nos guía a través de aquellos oscuros pasillos y nos adentramos en la historia de Elefante blanco.
Como hemos mencionado con anterioridad, desde lo formal, Elefante blanco es demoledora. Posee una factura impecable técnicamente, sobre todo a través de la utilización de larguísimos planos secuencia cuya mayor virtud (dejando de lado lo puramente audiovisual) es su capacidad narrativa, su correcta inclusión dentro de un guión que por momentos resulta demasiado visible, demasiado expuesto (sobre esto volveremos más adelante). Ya desde el comienzo, la contraposición de los elementos que, en la trama "maestra" (llamémosla super-trama), conforman la mismísima estructura del film, se ven evidenciados: la constante oposición entre urbanización y no urbanización, entre ciudad y naturaleza, entre los espacios reducidos y los espacios amplios. Ciñámonos a factores concretos: la primera toma de la película consta de un plano fijo de un espacio blanco y acotado, en el que se desliza el personaje de Darín (el rostro de Darín) frontalmente con los ojos cerrados. Una sucesión de planos cerrados y de una cualidad aséptica, con una intensa luz blanca, se contraponen así a los siguientes planos: la noche, la selva, la lluvia, el barro y la muerte. Vemos a Nicolás sumergido en este escenario sórdido y comprendemos la distancia entre ambos, las distintas realidades de cada uno. Luego, la lluvia que vemos allí, en aquella selva es contrapuesta con la lluvia que se vive desde dentro del auto de Luciana. La vivencia es otra, todo se encuentra intermediado, no hay contacto con esta realidad: al verla, la sentimos tan sórdida, tan salvaje- tan ajena. Esta contraposición se vive también en los espacios, deliberadamente contrapuestos desde el montaje: la intención de Trapero es crear una fricción estos dos polos opuestos, así como también, por ejemplo, entre la sala en donde debaten aquellos sacerdotes y obispos sobre las intenciones de colaborar en las villas y las villas mismas.
Quizá lo más creíble y logrado sea justamente el espacio de la villa: posee una crudeza y una dosis de realismo que hacen que por eso solo ya valga la pena ver el film (más aún en una sala de cine). Justamente a través de los planos secuencia mencionados, se nos sumerge en aquel mundo de manera gradual, no forzada. El mejor ejemplo de esto es aquel momento en que vamos junto con Nicolás (detrás de él) a recuperar el cuerpo de uno de los muertos en un enfrentamiento de las bandas internas de la villa. Nos adentramos en aquellos pasillos, pasando de escenario en escenario, de habitación en habitación, hasta llegar al cuerpo mutilado del muerto. Como un descenso mítico, la acción de ir directo hacia el centro de lo desconocido (hacia aquello que jamás conoceremos) encuentra su cumbre máxima en este plano secuencia. En este caso (y a lo largo de todo el film) se destaca la fotografía, desde los encuadres, los ya mencionados movimientos de cámara (de una complejidad asombrosa) hasta la paleta de colores utilizada en cada escena: el cuidado puesto en las gamas que vemos en pantalla en cada cuadro es notable.

La paleta de colores, de una precisión deslumbrante, suma muchísimo a cada plano del film.
Más allá del gran trabajo de fotografía y de edición, hay algo de qué hablar en los intérpretes. El más correcto en las actuaciones (quizá, justamente, porque es el personaje con el que uno más se identifica, por su característica de extraño en aquel mundo) es Jérémie Renier. El actor belga (al que se lo puede ver en el film de los hermanos Dardenne El niño), transmite humanidad y construye un personaje complejo, plagado de dudas, un hombre que quiere- que debe- redimirse frente aquello a lo que no supo hacer frente. Un hombre perseguido por la responsabilidad y por su conciencia de saberse ejemplo de otros- un deber que le resulta una carga, eje principal de su duda a lo largo del film. Darín, en cambio, crea un personaje unidimensional, cuyas dudas son puestas en escena mediante diálogos algo acartonados y secuencias que resultan poco creíbles. Toda la subtrama médica del tumor cerebral que su personaje sufre es completamente gratuita y facilista, justificada únicamente por un guión "de hierro" que, en su rigor, debe buscar una explicación allí, en la trama, para que Julián desee dejar su puesto a Nicolás, una fuerza mayor por la cual se vea obligado a dar un paso al costado en su labor en las villas. Algo similar sucede con Martina Gusman, la actriz fetiche de Trapero. Más allá de que sería interesante ver un film del Trapero contemporáneo con otra actriz que no sea su esposa, su personaje sufre de falencias principalmente en la relación con Nicolás. La pregunta que hace falta aquí es: ¿era necesario que Luciana y Nicolás estuvieran juntos? ¿No hubiera sido más interesante, incluso (recurriendo a las reglas de su propio juego) más efectivo que esa atracción entre ambos nunca se llegase a consumar? Es que resulta forzado dentro de la progresión dramática del propio relato la sucesión de los hechos entre Nicolás y Luciana. Nunca llega a haber una tensión sexual como para que la escena posterior entre ambos se vea justificada: en el momento se nota el gran bache que hay en esta relación y le quita peso dramático al hecho de que un sacerdote (porque esto, teniendo en cuenta al personaje de Nicolás, debería ser importante, y casi no lo es) tenga sexo. Hubiera sido mucho más interesante- y de mayor riqueza a nivel relato- que esta relación se viera implícita en los gestos, en las frases de estos dos personajes en vez de ser explicitada. Pero esto no es posible; la acción se rige a un guión que no deja aire a sus personajes para que vivan (o aparenten hacerlo) y respiren en la pantalla.
Es deber, para dar un cierre a este análisis, hablar del final de Elefante blanco. Se trata, como ya se anticipa desde los primeros momentos del film, de un final apoteósico que, en definitiva, no encuentra una debida correlación con lo que venimos viendo. Porque uno se pregunta la necesidad de un final de esa índole: es como si, desde el guión, existiera una obligación de tragedia en aquellos personajes, como si ya no hubiera suficiente tragedia en el planteo, en el entorno, en el mundo mismo de la villa. Y hay más: la muerte de Julián no solo carece de sostén en la trama misma (que podría ser algo discutible) sino que no nos compromete en lo absoluto. No nos afecta como debería afectarnos porque eso que vemos allí no nos remite (como todo personaje bien construido) a un alguien sino a un algo, a una construcción disfrazada de personaje cuyo único fin es el de un engranaje en una super-trama que sacrifica todo por ser funcional. Es quizá ese el síntoma que desnuda completamente el problema en Elefante blanco: la estructura que debía subyacer- como los cimientos de aquel monstruoso edificio- termina ocupando la pantalla. Es así que vemos elementos de guión, vemos técnicas, esquemas, vemos acciones y recursos en vez de ver personajes que fluyan, acciones que se encadenen desde su causalidad y un relato que se preocupe menos en funcionar dramáticamente y más en permitir(se) crecer y llenarse de vida, que es aquello que, en definitiva, buscamos- y usualmente confundimos- en la pantalla.


CALIFICACIÓN




9 comentarios:

  1. Trapero tiene una pericia para representar la marginalidad urbana que me da ganas de abrazarlo y darle un beso en la pelada. Hace cine de calidad, vertiginoso y popular. Me

    que hubiera más traperos en el menú nacional.

    Soberbio análisis.

    Diego B.

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  2. *Me gustaría que haya más traperos...

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    1. Cómo andás Diego? Trapero tiene muchísima técnica y oficio; y ha demostrado, como vos decís, pericia para representar la marginalidad. Sus últimos films los siento, sin embargo, fríos y calculadores: me dejan indiferente. La pregunta es si con sus películas quiere generar denuncia social o si quiere consolidarse él mismo como cineasta con color local (no estoy tomando partido, es sólo una pregunta que se me viene a la cabeza). En cualquier caso, eso excede a la película y no debería influir en la obra.
      Muchas gracias por comentar! Te mando un cordial saludo!

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  3. La pelicula me parece impecable . exelente. he escuchado gente decir que no ubica espacio y tiempo. yo creo que habla de la actualidad. osea 2012. para ustedes toma partido?
    gracias sofia libertad

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    1. Cómo te va Sofía?
      Los comentarios que mencionás calculo que vienen de la mano de que Trapero unificó tres villas de Buenos Aires en una sola, por eso la imposibilidad de situar la acción, como espectadores, en un lugar concreto. Y con respecto al tiempo, lo que vemos sin lugar a dudas sucede en la actualidad, pero sin remarcarlo. A mi parecer, y como mencioné en el comentario anterior, Trapero está más preocupado por contar una historia sólida que por hacer denuncia social. Ambas visiones son igual de válidas, y, con respecto a lo que preguntás sobre tomar partido, claramente lo hace. Sería imposible que no lo hiciera- su visión está impregnada en el film. Como en todos estos casos, dicha visión está tamizada por su propio entorno: es en algún punto algo incómodo que se gasten más de 20 millones de pesos (eso salió Elefante Blanco) en realizar una película en una villa. Pero, repito, ese tema debería entrar en otro análisis, uno que exceda al propiamente audiovisual.
      Gracias por tu comentario! Te mando un saludo!

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  4. La película me gusto! pero no me mato! creo que si bien mostró la realidad..la pobreza, la injusticia , la miseria humana, el tema político en lo social, la droga y toda la porquería que nos rodea!!..no fue claro! para mi forma de ver..fue muy crudo pero poco claro!..la pregunta que me hice cuando termine de ver la película fue ¿a donde quiso llegar Trapero con esto?

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    1. Hola Flor! Te entiendo perfectamente, a mí me sucedió algo similar cuando la vi. Justamente, en este caso, a mi parecer, el trasfondo de la historia (la villa y todos los problemas que conlleva) es mucho más interesante y denso que la historia que me están contando; por eso, el fondo se come a la figura, y las intenciones del relato quedan algo desdibujadas frente a lo sórdido y realista del contexto. ¿A dónde quiso llegar Trapero? A contar una buena historia situada en la villa. Lo que obtuvo es un tremendo retrato de la villa y luego, en segundo plano, la historia.
      Gracias por comentar Flor, te mando un saludo!!

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  5. La película me decepcionó. Soy arquitecta especializada en hábitat popular. Trabajo en villas y esperaba que el "retrato de la vida en la villa" fuera más genuino y valorara a las personas que lo habitan. Creo que Trapero perdió la oportunidad de profundizar sobre la problemática y solo siguió recetas efectistas, de la pobreza, violencia, droga, sexo y cierta idea del mártir que lo puede todo, hasta dar la vida.
    Me molestó la estigmatización de los que habitan la villa y los que trabajamos en ella. Ni héroes, ni vandidos, solo seres humanos.
    La gente que habita en una villa es diversa. Asi como existe el delincuente, drogadicto y dependiente de las políticas asistencialistas (único perfil mostrado en la película), también existen cuadros político sociales con capacidad de hacer propuestas, ser solidarios, creativos y trabajar día a día para transformar su realidad sin necesitar de la ayuda de los que "saben" en lo técnico o lo religioso.
    Desde el lado de los que trabajan en las villas, también es diverso. En la película sólo se mostro a gente entregada al borde de sus fuerzas, trabajando solitarias y luchando contra todo.
    Un grupo de gente sólo liderada por la opinión del "jefe" del equipo (varón con palabra avalada por lo mágico o religioso) sobre un grupo de inexpertos y asistente social (solo podía ser mujer) a los que dirigía sin darles opción y explicación.
    La realidad, por suerte, no es así. En general se trabaja en equipos interdisciplinarios e intersectoriales. Los cuadros político sociales de la villa (no punteros) que están formados por mujeres (en su mayoría) y algunos varones, participan de una construcción colectiva de estrategias y acciones coordinadas en base a objetivos que buscan el bien común.
    La trabajadora social no es la que hace de "mamá" desbordada que "les" hace los trámites y los "ficha" y les "explica" que deben trabajar aunque no les paguen. Los técnicos no van llevando baldes para limpiar y hacer el trabajo por otros.
    Por el contrario,se promueve el trabajo colectivo interdisciplinario e intersectorial que busca el desarrollo de capacidades y conciencia social de sus habitantes. Que busca interaprendizajes entre los profesionales y las familias. Todo sin perder la responsabilidad profesional en temas técnicos.
    El objetivo central del trabajo profesional es exactamente lo que la película no muestra, como el colectivo de actores va autoregulandose, como genera nuevas alternativas creativas para transformar las condiciones negativas del contexto.
    Me hubiera gustado que Trapero hubiera retratado la escena repetida mañana a mañana en la villa 31 donde se ven a madres con niños con sus guardapolvos, jóvenes con libros, hombres con sus trajes partiendo a estudiar y trabajar. La villa no es solamente un mundo de terror, violencia y perdición que termina indefectiblemente en la muerte. La villa también son todas otras historias de héroinas y héroes anónimos sin títulos, belleza, difusión y aval desde la sociedad "reconocida" como "civilizada y culta".
    La villa y sus situaciones es producto de un sistema de desarrollo inequitativo que precisa de la pobreza de muchos para la riqueza de pocos, que precisa de la drogadicción, la violencia y la estigmatización para justificar su existencia.
    Desde mi opinión considero que la película no logró relatar la realidad de la villa y la violación de derechos a los que son sometidos otros seres humanos en nuestra sociedad, ni quedó muy claro cuál fue el mensaje que quizo dar en la historia relatada. Si me quedó claro que se perdió una excelente oportunidad para que se difundiera otra mirada más profunda, diversa, dialéctica y compleja de la realidad en los asentamientos precarios y se desnudara la intencionalidad del mensaje estigmatizado de los medios hegemónicos de la pobreza.

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    1. No tengo palabras para agradecerte tu comentario! La verdad que es ideal que hayas hablado de tu visión desde dentro de la villa, desde el centro del problema. Das a conocer un universo que es muy distinto al que describe la película, y ahí queda descubierto aún más lo que mencionábamos en el análisis. No deja de ser una visión parcial y ajena a la problemática la de Trapero, por ello creo que para ver este film hace falta tener más en cuenta la historia y la sucesión dramática antes que el contexto, que por momentos se come al film, pero que, como vos aclarás, responde al paradigma de "villa" que gran parte de la gente tiene en cuenta.
      Te mando un saludo, y te agradezco muchísimo tu comentario, es invaluable leer cosas así!!

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