24 de julio de 2012

TIMESCAPES (TOM LOWE, NUEVA ZELANDA, 2012)

EL MUNDO EN EL QUE VIVIMOS
Sobre lo natural y lo inventado

Tom Lowe es un fotógrafo profesional norteamericano galardonado por sus imágenes de cielos estrellados y reconocido mundialmente por su increíble manejo de la técnica del timelapse. Como sabemos, el timelapse consiste en la sucesión rápida de fotografías tomadas con muy pocos segundos de diferencia entre sí que, al ser reproducidas a una velocidad aún mayor, generan un efecto de aceleración muy particular. Es así que, durante los últimos dos años, Tom Lowe viajó por gran parte del sudoeste norteamericano (principalmente California), recorriendo paisajes agrestes y plantando su cámara frente a impactantes escenarios naturales, con el fin de recopilar todo en esta llamativa pieza audiovisual que es Timescapes. Lo humano y lo ajeno son retratados por igual por la cámara de Lowe, quien propone desde su recorte del mundo una visión unificadora entre artificio (es decir, lo meramente humano) y naturaleza, entre creación y contemplación. Su obra no es más que un intento de abarcar aquello inabarcable- el mundo, todo lo que contiene y todo lo que lo rodea. Y mediante esta contemplación, a través de simplemente mostrar lo que nos rodea- y que sin embargo no podemos ver- Lowe propone un ejercicio de una formalidad arrasadora y de una belleza hipnótica.

Una de las impactantes imágenes de Timescapes.

Timescapes consta únicamente de dos técnicas: la cámara lenta (o slow motion), y los timelapse. Ambas son utilizadas como contrapunto para mostrar aquello que no podría ser mostrado por los medios convencionales. Así, el agua ya no es agua, sino una masa viscosa y amorfa de movimientos rítmicos, los árboles ya no son árboles sino criaturas de antaño petrificadas clamando a los cielos, los radares no son radares sino construcciones danzantes frente a la luz de un atardecer perfecto- las flores del hombre, hijas del artificio. Es que Lowe nos distancia constantemente de lo que estamos acostumbrados a ver: magistralmente monta su cámara y genera un cuadro allí en donde sólo habría un cielo. Así, asienta las bases de una estética de dos dimensiones que posee un notable factor que, en algunos casos, me hace distanciarme de la euforia de las películas en 3D: su innegable capacidad pictórica. Eso es quizás lo más llamativo de todo. Su capacidad de ser cuadro. La imagen filmada (o grabada) en celuloide o digitalmente genera un cuadro, un motivo palpable allí en donde antes no había nada- es decir, sólo había realidad (inasible, efímera). Hay una terrible contradicción en el cine en tres dimensiones, y ella radica allí, en su intento de asemejarse, en sus medios, a lo real. Que no se entienda esto como una negación de esa técnica fascinante que es el 3D: simplemente digo que no es algo ni parecido al cine convencional. Es algo distinto. Se desprende de él pero es un acto audiovisual que se encuentra muy alejado del mismo, no sólo en forma sino también en significación. No son 24 (o 48, o 60) cuadros por segundo. Son cubos por segundo. Y en esa búsqueda de la tercera dimensión- en su búsqueda de profundidad- pierde su capacidad de ser imagen. Independiente, reflexiva, compuesta. Eso es lo que denota Timescapes. Que el cine convierte al mundo en cuadro- movimiento, recorte y manipulación: nunca nos gustó tanto que nos mintieran.
En los créditos del final de Timescapes, Lowe agradece a Terrence Malick en motivo de su "inspiración". Esta inspiración se nota en varios momentos del film. Pero, sin embargo, no llega a ser más que eso: un aire, una sensación, una música que se asemeja, muy de lejos, a la Lacrimosa de El Árbol de la Vida- para los que no vieron dicho film, ya sea por desinterés o por odio a Malick, al menos vean esa escena: se trata de una danza galáctica sin desperdicio. Porque allí en donde Lowe triunfa como fotógrafo y como formalista de una estética única a través de su lente, falla como director. Timescapes no está ensamblada coherentemente, no tiene una intención marcada mediante su montaje, en la ubicación de sus partes. Digo esto- y, en parte, es una de las principales razones por las que escribo este análisis- porque Timescapes podría haber sido una grandísima experiencia audiovisual, una obra con matices existenciales, de una grandilocuencia subyugante por el carácter implícito en sus imágenes. Y no lo es. Y allí es en donde radica la falla de Lowe. Es una pena, pero por momentos Timescapes se encuentra más cerca de un documental de NatGeo antes que de otra cosa. Y esto no debiera ser así.

La capacidad del ojo de Lowe para captar imágenes únicas es innegable.
Desconozco la intención de Lowe. Simplemente es una pena tanta desarticulación interna entre las imágenes, y tal falta de sintonía entre la música y las imágenes. El film comienza bien. Muy bien. La música acompaña las imágenes (y hasta a veces parece como si fuera al revés, y esto dota a la obra de proporciones operísticas fascinantes) de la mejor manera. Nunca un silencio digital (absoluto, construido) fue tan bien ubicado como en aquel plano del bosque. Las hojas, los troncos, el verde, lo tupido y lo sofocante de tanta vida junta en un plano. Pero esto no se sostiene. Lowe está más interesado en mostrarnos todo lo que puede en la menor cantidad de tiempo posible antes que de cargar a sus bellas imágenes de una intención clara. No los ubica en una serie con la intención de construir un discurso sino por el simple hecho de mostrarlos. A los veinte minutos, ya vimos todo lo que teníamos que ver sobre las estrellas, y estas imágenes se hacen reiterativas.
La música, por momentos, falla rotundamente. El compositor, Nigel John Stanford, formó parte de este proyecto casi desde sus inicios y es una piedra fundamental del film, ya que produjo casi enteramente el proyecto. Uno de los temas principales de Timescapes es espectacular, grandioso y estridente: lo que el mundo y el universo se merece. Otros, en cambios, consisten de básicas melodías de un piano edulcorado que en vez de engrandecer las imágenes las disminuye, otorgándole a la naturaleza lo peor del gusto humano. Como dije con anterioridad, no está aprovechado el poder de la música: Timescapes podría haber estado más cerca de una ópera que de un documental básico, si Lowe hubiera creado algo más armónico, dándole a la música y las imágenes un peso similar. Hay, sin embargo, grandes secuencias, como aquella en donde traza un paralelismo entre las enormes antenas receptoras y una fiesta rebozante de ácido, al ritmo de música electrónica. El contrapunto entre las personas en slow motion y las antenas en timelapse está impuesto con un sentido muy claro, y por eso dicha secuencia goza de tener una unidad y una fuerza asombrosa.
Una pena que no haya sido así a lo largo de sus escasos 40 minutos de duración. Habría sido una experiencia audiovisual deslumbrante. Se trata, sin embargo, de una obra muy recomendable, justamente por su capacidad de retratar lo ya existente para el hombre. Mediante un dispositivo (una cámara), el hombre es capaz de inmortalizar lo que lo rodea. De plasmar el aire mismo en un objeto concreto e independiente- aunque siempre referencial- de su entorno. Roland Barthes define en su magnífico libro "La cámara lúcida"- con una claridad asombrosa- uno de los principales rasgos de la fotografía de la siguiente manera: "(...) Lo que la fotografía reproduce al infinito únicamente ha tenido lugar una sola vez: la fotografía repite mecánicamente lo que nunca más podrá repetirse existencialmente." El mundo, en su retrato, es una creación humana. Y en su condición de humano radica su principal atractivo: la cámara es el ojo de la humanidad que toma a la naturaleza y, mediante su condición de dispositivo, intenta dotarla de aquello que no puede ver como ojo desnudo. Se trata de una desesperada construcción- un artificio- que intenta responder a las preguntas que ella misma se cuestiona.
En esa construcción, en ese breve lapso de incongruencia implícita en la base del mismo acto creativo, es en donde se encuentra el sesgo de la humanidad.




CALIFICACIÓN

4 comentarios:

  1. Fah! Muy de acuerdo con tu crítica.
    Qué lindo sería, que ésta misma técnica sea aplicada en un documental que registre, no sólo ciertos lugares de Eeuu, sino de todo el mundo.
    También, que sea aplicado a algo con connotaciones un poco más profundas, y no solo lo meramente pictórico.
    Cada imagen, parece un cuadro en movimiento. Hermoso.
    Lamentablemente, repite muchas imágenes/lugares cerca del final. Le quita un poco de magia!

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    1. Hola! Cómo andás! Qué bueno que la hayas podido ver!
      Es muy interesante, aunque como decís, es difícil evitar caer en el regodeo visual y otorgar un sentido a tanto plano bello. De ser así, hubiera sido una experiencia inolvidable. Con placer iría al cine a verla...
      Te mando un saludo!

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  2. Muy de acuerdo con tu crítica. Tras cada secuencia uno espera estremecerse con la siguiente. La nitided, luz, contraste... es increible en las tomas.
    Pero, efectivamente la belleza del proyecto flojea en el montaje. No existe un guión claro, que tampoco debería haberlo, pero o dejas claro que no hay guión, que sólo es secuencias de imágenes o no lo montas así. No se pueden repetir planos exactos tantas veces, coincido en que el director ha querido sacar todo lo que tenía para llenar escasos 40 min y se repite demasiado en localizaciones y planos.
    Aun así, recomendable.

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    1. Gracias por el comentario! Somos dos que opinamos lo mismo. Te mando un cordial saludo!

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