5 de mayo de 2013

ANIMALS (MARÇAL FORÉS, ESPAÑA, 2012)

El espacio de la herida

Il y a un autre monde mais il est dans celui-ci
(Hay otros mundos pero están en éste)
PAUL ÉLUARD


El bosque: locus amoenus; la comunión entre los sentimientos más primarios y más puros de animales semi-salvajes y hombres semi-civilizados. Una cámara subjetiva se sumerge en el lago: es Clara; a su alrededor, un grupo de chicos se bañan para matar el tiempo y morir en él. No tarda en aparecer el contraste: el pavimento gris de un estacionamiento, el colegio secundario, la Cataluña urbanizada que coloniza ese paisaje natural. A partir de una disposición de los espacios, sus disonancias y correspondencias, Forés formula los primeros núcleos que hacen a Animals una película de singular interés: la relación problemática de los adolescentes con la omnipresencia del mundo adulto, la confusión entre el mundo real y las apariencias oníricas (o la creación individual), y la imposibilidad de modulación de la voz, una voz que, constreñida por el discurso adulto, emerge tangencialmente en la recreación de un universo propio y restablece la individualidad de cada derrota anónima.


Todos mis latidos, punk español de poca difusión pero mucha fuerza.

La acción se sitúa en las proximidades de Barcelona, y narra la historia Pol (Oriol Pla), un adolescente introvertido y taciturno, incapaz de asimilarse a los valores que la sociedad jerarquiza y legitima como propios, y consagrado a la creación de su universo privado, transgresor indiferente de los límites que lo contienen. Su alteridad repercute directamente en sus relaciones con el entorno próximo, material y deriva en el vaciamiento de su rol: el mundo real se le aparece como caótico, lleno de posibilidades impensadas y allí es donde advierte su miedo de amoldarse a él. Vive con un hermano mayor que trabaja de policía y oficia de padre, pero con el cual tiene una escasísima comunicación, por no decir nula. Como vía de escape a una realidad opresora, construye un universo propio, espacio idílico donde encontramos a Deerhoff, un oso de peluche que habla inglés británico y toca la batería en su banda; entre ellos se evidencia una relación tan íntima, como con su hermano distante. Desconocemos qué ha pasado con sus padres pero llegamos a advertir que el simbolismo de Deerhoff funciona como una elaboración de esa pérdida, sustitución inalterable de lo enteramente transitorio.
Si bien no podemos asegurar que sea el tema central del film, no puede dejar de observarse cómo Animals dispone a su espectador ante la escena de una lengua y una comunicación que alternan entre lo fluido y lo fallido, detectable, en principio, tanto en la recurrente obturación de los canales de comunicación de Pol, como en un relato siempre vacilante y amenazado. Este uso doble del hecho comunicativo se hace manifiesto, por ejemplo, en las dificultades que tiene Pol para relacionarse con Lorenç, y en oposición, en su comunión fluida y natural con Deerhoff. Al tiempo que pone de manifiesto la precariedad de la comunicación con esa otra esfera, el mundo impenetrable de los adultos, la historia ofrece una nueva modulación narrativa de la difícil asunción de la voz, y el lugar, del otro. Si bien la película es de procedencia catalana (y por ende hablada en catalán), la comunicación entre Pol y Deerhoff se entabla entre el catalán del uno y el inglés del otro, creando un lenguaje híbrido y sin necesidad de traducción (a los personajes y al espectador), donde se ponen en juego una constelación de sistemas semióticos que operan simultáneamente: la naturaleza simbólica de este lenguaje intersubjetivo tiene su origen en la percepción y la comunicación entre Pol y Deerhoff. Comunicación y cognición son, entonces, dos partes del mismo proceso, que se resignifican permanentemente en el uso que Forés hace de los espacios: el valor del lenguaje y la voz en Animals surge a partir de la articulación entre las entidades de un universo y las posibilidades sustitutivas o referenciales que estas establecen respecto de las unidades de otro universo. Estos universos se identifican, así, con el espacio bucólico del bosque, locus amoenus de los adolescentes, en oposición al espacio planificado de la ciudad, residencia de facto de la esfera adulta. Por medio del diálogo entre estos ambos espacios (universos referenciales) se pone de manifiesto una semiosis infinita entre el plano ficcional y el real, en íntima relación con los procesos de comunicación de los personajes.
Es así como la realidad y la ficción llegan a confundirse en un entramado simbólico: el onirismo de las imágenes y el intimismo de los paisajes naturales se articulan dentro de un juego de oposiciones y analogías encargadas de suministrar el sentido múltiple y polisémico del film. Los ciervos, búhos, conejos, el perro negro y Deerhoff, algunos de los elementos más significativos de la maquinaria simbólica, despliegan un imaginario onírico en uno de los escenarios por excelencia del género fantástico (y también del gótico): el bosque. Pero la película no circunscribe con certeza a ninguno de los dos géneros, sino que se ubica en ese casi-espacial, indefinible, que le da la fuerza suficiente para alimentar la perpetua multiplicación de sus sentidos. Si bien mayoritariamente referencial, no obstante simbólico, el film representa la realidad metafóricamente a partir de su propia forma: la realidad como construcción social, la cual sólo puede construirse por medio de un intercambio de significados, deviene en metáfora del lenguaje. La aceptación definitiva del realismo mágico y la construcción de un simbolismo a partir de cada plano, han convertido a la película en metáfora: ¿El más allá se encuentra en la tierra o somos nosotros los que estamos en el más allá?; ¿Hasta qué punto se puede tener certeza sobre la propia realidad? Artilugios muy barrócos son los que constituyen el tema principal del film: la ilusión es seña de realidad, la frontera entre el ser y el parecer se desdibuja constantemente, la realidad y la ficción forman parte ya del mismo entramado vital. En Animals, encontramos por doquier ese sentimiento que circula por toda la literatura española del Siglo de Oro: la realidad es transformada en metáfora del Arte, y la metáfora convierte a la propia realidad en un discurso sobre la representación. A este respecto, no es casual la procedencia catalana del director y su obra, en tanto resalta la influencia del género bucólico clásico en la conformación de una serie de temas y preocupaciones que afloran en la película y que han tenido una repercusión clara en la literatura española de los siglos posteriores.


Pol y Deerhoff.

Al momento en que Forés coloca a la percepción como núcleo de su película, adopta una práctica que la hace asemejarse a la escritura, precisamente por hacer presente una ausencia: se parte del supuesto de que el mundo ilusionado de estos personajes es diferente del mundo real, entonces la trampa de la ilusión tendida al espectador se convierte en el leit motiv de la película. Al definir a la percepción como una ventana hacia lo posible, Forés formula un criterio en cuyo centro se encuentra la consideración de la cámara como un cristal (vetro traslucente), como una transparencia que exige su propia negación. La existencia yuxtapuesta de elementos oníricos y reales permite un permanente intercambio de valores entre estos dos universos: la ilusión exige la transparencia del encuadre, su negación como realidad material y la posterior afirmación de otra: la creación de un universo privado. El sentimiento de pérdida de la ilusión provoca, en primer lugar, que el Arte ponga en duda la propia existencia de lo real, de manera que resulta imprescindible que el espectador participe de ese mundo de ilusiones. Por ello, algo que impacta al espectador es, precisamente, esa constante interpelación que busca su participación en la revelación del misterio.
La función estética de la película, en tanto reelaboración de un corto filmado para la National Film and Television School de Londres, está modelizada y varía según el paradigma cultural en el que se inscribe. En el marco de una semiótica de la cultura, su abordaje del lenguaje y la comunicación poseen una doble finalidad de modelización simultánea: la del objeto, la modelización de una determinada estructura del mundo, y la del sujeto, la construcción y plasmación desde el punto de vista del observador. De esta forma, el film que brindará consagración a Marçal Forés logra una singular inscripción en el entramado de debates y discursos desarrollados en el vértigo de un improbable diálogo entre códigos discontinuos.
POR IRENE IRENE JONES


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